domingo, 25 de febrero de 2007

Dignidad bajo sospecha.


Una lucida pastoralista suele decir que las personas migrantes “pierden” la dignidad que se les reconocía en sus pueblos de origen. Allá eran Don fulano o Dona sutana...pero una vez que entran en el drama migrante su dignidad se desvanece: Los coyotes tratan a los migrantes sin respeto, luego los contratistas y rancheros les ven solo como mano de obra barata, incluso las agencias de servicio los consideran ignorantes, porque no hablan ingles y porque su piel es de otro color. La misma ley pretende presentar como un criminal a la persona migrante, por el hecho de no tener documentos.

Hay una distorsión de la persona. Algunos contextos donde la gente actúa le nublan su autentico rostro. En la tradición cristiana entendemos que Jesús vivió bajo esta aguda contradicción: Los pobladores de su tierra esperaban un Mesías poderoso, la misma comunidad de discípulos ve al maestro y lo entiende según estas ideas: Parece que esos eran los únicos documentos legítimos para ser Mesías. El evangelio de Marcos es transparente en esto, Jesús insiste en que no se de publicidad a su persona ni a su acción, no quiere esa identidad que le atribuyen.

En este contexto, la transfiguración nos pone ante la necesidad permanente de dejarnos conducir por la sospecha de que la mayoría, en cuestiones de fe, puede estar viendo las cosas de forma equivocada. A esto tiene que llegar la comunidad: El verdadero rostro de Jesús, no se refleja en el Mesías poderoso sino en el Mesías que va a enfrentar la cruz. “Este es mi hijo muy amado, escúchenlo a el.”

La vestiduras blancas y brillantes, que hablan ya de la fe en la resurrección; hablan también de cómo se deslumbra el creyente y quisiera que el camino del compromiso fuera sin contradicciones, incluso uno desearía que Dios interviniera de forma mas exitosa y evidente en nuestras vida y en nuestras sociedades.

Como le gustaba parafrasear al Obispo Oscar Romero: “La gloria de Dios es que los pobres vivan”. Cada hombre y mujer migrante abrazan en si mismos una dignidad que no brilla, mas bien se distorsiona constantemente. Los creyentes migrantes y sin documentos saben lo que significa vivir bajo sospecha...

Descubre uno que la contradicción lleva a valorar más intensamente la propia dignidad y a no darla por perdida. Cuando hay la posibilidad de encontrar un lugar, una comunidad, que te permita acoger con claridad lo que acontece en tu persona. Una experiencia que te disponga a descubrir la luz del Dios vivo que pugna por tomar cuerpo en ti, entonces recuperas el animo y vives una transfiguración. He encontrado caminantes (hombres y mujeres migrantes) que son capaces entonces de vivir el mundo contradictorio, y sus propias deficiencias, asombrados de su dignidad y dispuestos a continuar su trabajo, sus responsabilidades familiares y su testimonio de esperanza.

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