domingo, 25 de febrero de 2007

Transgredir los límites.

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Frente a una situación límite lo último que se le ocurre a uno es ver de otra manera las cosas. Uno se cree que la forma como esta considerando aquello es la única valida y la única posible, tal vez porque asi fue educado, o porque todas sus experiencias le han ido llevando a convencerse que no hay otra manera de hacerlo.
El pueblo de la Biblia resume en el libro de las crónicas como el tiempo del destierro le cambio todo, incluso su propia conciencia de culpa. El salmo de este domingo lo expresa en un poema lleno de vivos recuerdos. Tuvieron que asumir otra perspectiva de la historia y de cómo interviene Yahvé, cuando Ciro, un líder militar extranjero hace posible el regreso de los desterrados hebreos a su País. El camino a la liberación y la reconstrucción como pueblo, llego por donde menos lo esperaban, por el lado del enemigo.
La existencia cristiana se desarrolla en esta necesidad de modificar la perspectiva. Los sinópticos le llaman “metanoía” (conversión). Pueblos enteros tienen que replantearse todo para poder sobrevivir. La familia tiene que desandar sus hábitos y presupuestos para crecer. Cada ser humano necesita hacer este ruptura en la perspectiva de su propia historia personal, solo así es posible vivir la libertad y la responsabilidad de ser adulto.
Las comunidades donde nació el evangelio de Juan profundizaron esta experiencia. Cuando leemos el relato del encuentro, entre las sombras, de Nicodemo con Jesús, es de este proceso lento, difícil, pero de profundas consecuencias de lo que habla.
No puede haber fe si no se experimenta este desaprendizaje. Es como pasar de las tinieblas a la luz.
Se trata de un acontecimiento de “gracia”. La misericordia y el amor de Dios envuelven nuestras vidas, cuando la persona creyente se abre y acoge esta presencia generosa en su propio ser...acontece “la incomparable riqueza de su gracia”. ¿Como reconocer esta gracia, cada día?, ¿podremos descubrirla incluso ahí donde las cosas parecen estar en contra nuestra?, ¿creeremos que esta actuante en mi y que me salva?
Los primeros cristianos lo experimentaron. Para muchos de ellos, nacidos en el seno del pueblo judío, la fuerza de su fe estaba en el cumplimiento de reglamentos y leyes, como único camino para llegar a Dios y para encontrarse a si mismos. Jesús anuncia y desencadena nuevas relaciones fraternales y una nueva relación con Dios, basadas no en la ley sino en el amor y la libertad: Terminó condenado y clavado en la cruz como un maldito porque su evangelio tenía radicales consecuencias prácticas. El escándalo de la cruz, después de la experiencia de la resurrección, condujo a los discípulos a desmontar su perspectiva y encendió en ellos y ellas una nueva luz: “Quien cree en Jesús, entregado por el Padre, no perece sino que tiene vida eterna.”
Jesús no representa una embajada de acusación y condena. El es una oferta gratuita de vida en plenitud. Aceptarla o rechazarla lo decide todo. Y no es cosa de grandes acciones, solo una pequeña luz puede abrirse paso en la mas densa tiniebla.
Nos urge estar atentos a cada signo de los tiempos y reconocer ahí la acción “gratuita” del Dios misericordioso que nos invita, respetuosamente, a transformar nuestra perspectiva y así disponernos a nuevas actitudes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay camino para vivir con espiritu la experiencia del sufrimiento.
Solo la misma oscuridad del propio paso, se vuelve "luz" para guiar al creyente.