sábado, 31 de marzo de 2007

corpus...meum

Posted by Picasa Los productos del campo, en los Estados Unidos, son baratos, porque son cosechados y procesados por manos “ilegales”. Vegetales y frutas no pueden ser cosechadas con maquinaria, requieren manos cuidadosas que las recojan. El cuidado de las granjas productoras de carne de pollo y los establos lecheros, demandan también mano de obra “ilegal”. Hay que decir, en fidelidad a lo real, que ningún trabajador norteamericano tiene interés por ocuparse en el campo.
La población norteamericana tiene acceso a estos alimentos a bajo costo. Los agro-negocios obtienen jugosas utilidades, no así los pequeños agricultores de los condados. El último eslabón es la mano de obra migrante: Una fuerza de trabajo barata, sin protecciones legales, sin experiencia organizativa y sin estructuras de apoyo. Es la clave para mantener precios bajos en el costo de los productos.
Nadie que va al supermercado a comprar estos alimentos, piensa en la energía corporal y el desgaste físico de las personas que levantan las cosechas. Sus historias no contadas ni escuchadas, recrean los elementos teológicos que las lecturas de la fiesta del corpus elaboraron para captar la dimensión salvífica de aquel cuerpo entregado y aquella sangre derramada.
El tiempo útil de una persona que trabaja en el campo, es bastante corto. Si asumimos que la población que trabaja en el campo es todavia muy joven, su vida útil no pasa más de los 20 años. Uno encuentra personas con problemas de salud prematuros, provocados por el ritmo y el tipo de trabajo. Quien se integra al trabajo agrícola con mas de 20 años de edad, esta convencido/a que trabajando duro podrá ahorrar una buena suma de dinero. Así encontramos migrantes haciendo jornadas de 10 y 15 horas diarias, sin el tiempo apropiado para su recuperación. Además de los diferentes compuestos químicos que se utilizan en el proceso del cultivo. Sin mencionar la alta carga de stress que sobrelleva una persona migrante, dado su estatus migratorio y el choque cultural. No queda tiempo para el desarrollo personal en otras áreas: Ni pensar en el estudio, tampoco en la participación comunitaria, tal vez algo de diversión y no siempre la más sana.
Se trata, simplemente, de un sistema que absorbe una mano de obra excluida en los países pobres, prisioneros de la globalización. Estos hombres y mujeres saben trabajar el campo, poseen una sensibilidad arquetípica en el contacto con la tierra y los animales, trabajan con buen animo…pero no tienen ni la menor idea de cómo su trabajo, dentro de un ciclo de injusticia y explotación, esta dando vida a millones de personas.
Su esfuerzo físico-corporal-emocional cotidiano, no es solo para que su familia tenga vida. Su cuerpo cotidianamente entregado hace posible la vida de un país de primer mundo, que prácticamente ha olvidado como se cosechan los productos del campo…pero no puede vivir sin ellos.
“Trabajamos de sol a sol, hacemos los trabajos mas pesados y riesgosos. Tenemos que trabajar los siete días de la semana…solo para sobrevivir. Somos los mas vulnerables…viviendo siempre con el miedo de ser detenidos por la policía o por migración”, dice Antonio.
En una situación social muy semejante, Jesús tomo un poco de pan y un poco de vino y los transformo en señal de su entrega. Al considerar los 12 millones de personas “ilegales” haciendo los trabajos que mas desgaste físico exigen en USA, recuerdo aquella oración que en silencio repetía Don Oscar Romero, después de la consagración del pan y del vino en la eucaristía: “Que este cuerpo entregado y esta sangre derramada sean estimulo para que también nosotros entreguemos nuestras vidas para que sea posible el reino de hermanos.”

replicando la tri-unidad.

Posted by Picasa Los mejores apóstoles son quienes crean redes de comunión donde llegan. El poder hacerlo
no tiene mucho que ver con la preparación “profesional”, tiene mas que ver con el dejarse llevar por el Espíritu (Carta a los Romanos).
Los Santos Padres decían que la tri-unidad del Dios vivo mantiene una relación de perijoresis, es decir cada persona afirma gratuitamente a la otra en su identidad y su diferencia y en la medida en que asegura la identidad y la diferencia de la otra se afirma a si misma en su propia riqueza. No habría negación de la otra persona, al afirmarse a si misma...es amando a la otra como se es plenamente mas si mismo/a. Mutua relación entre personas que hacen la unidad en la pluralidad.
Jesús y sus discípulos creían que este estilo de vida puede ser replicado. Por eso los creyentes se consideraban a si mismos como enviados a crear redes de discípulos. Cuando se habla de enseñar, no se esta tratando de transmitir verbalmente una doctrina, sino aprender-haciendo aquel estilo de relaciones que el Dios-tri-unidad vive. “Vayan y hagan discípulos…bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
El Deuteronomio cree que el pueblo pasó por experiencias históricas que le permitieron “descubrir” la presencia de su Dios durante eventos históricos. El Dios bíblico es un Dios que se revela en el caminar de su pueblo, en las relaciones interpersonales se sus integrantes, en las acciones y pasos de crecimiento decididos y realizados en cada etapa de la vida de personas y del pueblo.
Las corrientes migratorias hacen que las personas agudicen sus capacidades para crear nuevas relaciones. Por eso en este fenómeno social no es difícil encontrar hombres y mujeres que continúan tejiendo una red de fraternidad. Gente que capta el paso del Dios vivo en sus propias vidas, en los sucesos de sus comunidades, en las tentativas de los pobres.
Moverse, en la dinámica social de la migración, no es una experiencia que viene por opción sino que son las circunstancias las que forzan a las personas. En un momento dado, la vida de la persona migrante, se desplaza en un movimiento critico de identidad-diversidad. Se es uno y se es a la vez varios, algo permanece de lo propio, pero a la vez se siente la necesidad de acoger e integrar en si mismo algo que no era mío. Asi la persona migrante se vuelve imagen del Dios triunidad, el Dios que es uno en tres personas.
Por eso me parece que la experiencia migrante es portadora de vida: Ninguna persona posee un conocimiento teórico para vivir la vida migrante. Cada persona lo va aprendiendo en el compartir
con otros compañeros y compañeras de camino. Existe un proceso de “hacerse a este estilo de vida”, uno lo recorre dejándose contagiar y valiéndose de la experiencia de otros. No tienes a tu familia, ni tu gente, ahora vives gracias a nuevas relaciones. No quisieras depender, pero no te queda más que depender de personas que actúan como discípulas.
Por supuesto que esa red de relaciones es tan fragil, como su tiempo de nacimiento. Se trata de
encuentros y enlaces para sobrevivir. Con todo lo fragil que puedan ser estas redes, cuando hay gentes migrantes en la corriente del Espiritu, en torno a ellas o con ocasión de su actitud y disponibilidad se desarrolla una experiencia de grupo, de comunidad singular: Se vive una actitud de asombro ante quien es distinto/a, se cultiva el intercambio respetuoso, se celebra la
diversidad de estilos y costumbres y se comparte con humildad y gozo lo que a uno/a le identificaen su singularidad personal o cultural. Es el encuentro de los multiples rostros del Dios triuno

...en la Verdad.

Posted by PicasaContrariamente a como lo vivieron los místicos del pasado, “la huida del mundo” no lleva al creyente a ser santificado en la verdad, es la inserción en todas las dimensiones del mundo lo que nos permite vivir lo mas autentico de la fe cristiana.
En plena confrontación de la fe naciente con la expresión mas sistemática de la cultura griega, el mejor camino que encontró la teología cristiana para elaborar y vivir su fe fue acoger críticamente las estructuras de pensamiento y organización que el mundo pagano aportaba.
Los padres apologistas griegos son, en su propio proceso personal e intelectual, un laboratorio, donde se crea una visión de fe con los materiales filosóficos de una cultura para quien la fe es prácticamente irrelevante.
Nuestra gente creyente vive encarnada en el “mundo” y desde ahí esta llamada a “elaborar”su fe. El vaticano segundo sospecho esto pero no pudo, o no quiso, sacar sus consecuencias. No todas las estructuras eclesiales ayudan ni forman a sus miembros para esta tarea.
Toda la historia y la vida ha seguido un modelo de sincretización, en lugar de procesos de gheto o de “burbujas” de aislamiento y purismo. Las actuales culturas humanas han sido resultado de sorprendentes sincretismos. No pueden sostenerse paradigmas únicos en la búsqueda de la verdad.
Jesús pide al Padre que sus discípulos sean santificados en la verdad. Un término apreciado por la comunidad joanica, que busca enlazar la propuesta evangélica de Jesús y la practica del seguimiento, por lo tanto no es un esfuerzo teórico por llegar a la verdad. Se trata de una manera de vivir. Las mejores síntesis vitales de este acercamiento a la verdad, nacieron en experiencias sincréticas: Los escritos del nuevo testamento son la mejor expresión de estas síntesis.
Bachelard, el epistemólogo racionalista, pensaba que la forma mas expedita para disponer al sujeto a la “verdad”, era someter el conocimiento al despojo de sus ideas erróneas. Porque cada intento de construir epistemológicamente la realidad, arrastra la historia de sus propios prejuicios. Similarmente, la aproximación creyente a la verdad pasa por la inserción en todas las dimensiones del “mundo”, aunque no este de acuerdo con sus estructuras. Tiene que asumirlas, haciendo la cuenta de todos los prejuicios contra el mundo, heredados en su experiencia de Iglesia. Todo lo real esta llamado a ser camino de humanización…para consagrar al discípulo en la verdad. Esto no es una estrategia de camuflaje, es una opción ineludible de abrirse al mundo con todas sus contradicciones, sin ser del mundo.
En este sentido quienes hemos sido formados/as para el servicio evangelizador, necesitamos reaprender el mensaje y la practica del evangelio en la vida de muchos creyentes sencillos. Son ellos y ellas quienes han vivido en carne propia aquello que quedo en reflexión teórica en el Vaticano II: Unir la fe y la vida, superar el divorcio de una fe que se alejo de la realidad cotidiana, abrazar el “mundo”, como terreno donde se cultiva el Reino.
Hombres y mujeres de fe que maduraron sus decisiones éticas (pensemos en la vivencia de su sexualidad matrimonial), en desacuerdo con la moral de la Iglesia.
Hombres y mujeres de fe que han apostado por compromisos políticos y luchas ideológicas, en solidaridad con comunidades empobrecidas y excluidas. Muchas veces acusados por autoridades eclesiales.
“El mundo”, la fuerza anti-reino, que odia al discípulo esta también ahí donde se proclama fidelidad al Dios de Jesucristo.

lunes, 19 de marzo de 2007

Mision: Saberse amada/o

Ser amada/o incondicionalmente: Ahí se afirma lo más humano de toda persona.
La experiencia muestra lo quebradizo de este amor gratuito, con el que y por el que nacemos. Tanto es así que prevalecen en nuestro ser, en nuestra conciencia y nuestros cuerpos voces tenaces insistiendo que no somos personas dignas de ser amadas. La experiencia personal es ya difícil; pero cuando la persona escucha en volumen más alto estas voces, reflejadas por conductas sociales y en los medios de comunicación con carga de prejuicios, racismo y xenofobia, es más difícil... creer y, sobre todo, vivir sabiéndose amado/a.
Las comunidades jónicas vieron en Jesús una experiencia única: Aquel hombre de Nazaret vivía como un “bien amado”: Celebraba cada día un acontecimiento agapico. Era portador de ese “amor” que en la medida que afirma gratuitamente al otro/a, resulta a su vez plenificado/a. Tal vez por eso Jesús dice que ese “amor” es un dinamismo interpersonal: “Así como el Padre me ama, así los amo yo...ámense unos a otros”.
El/la discípulo/a se descubre escogido y amado antes de saberse capaz de amar... “No es que nosotros hayamos amado a Dios...es que El nos amo primero”. Parafraseando al maestro del Tao “cuando este amor es lo único que tengo, soy invencible”.
El movimiento migratorio mundial, visto desde el lado de la población que recibe, parece más una reacción de miedo. Quien llega no es solo un extraño, desde antes de llegar es visto como un enemigo. Hay una predisposición ética contra el otro.
Abrirse a la alteridad podría crear otros caminos que enriquecerían ambas partes del fenómeno migratorio. Solo quien vive la experiencia de ser “bienamado” puede romper todas las barreras.
Los miembros de la comunidad migrante inmediatamente reconocen, entre la población anglo, a aquellas personas sin prejuicios y acogedoras: Existen, en medio de la paranoia creada por la política xenofobica de la actual administración, personas anglo que viven la experiencia de ser “bien amadas/os”: Valoran a cada persona migrante en forma positiva y toman la iniciativa para salir a su encuentro, dispuestas a aprender de sus vidas…así afirman gratuitamente a quienes les son totalmente extraños, y se abre el ciclo enriquecedor del crecimiento en el encuentro y la colaboración mutua. Como fruto de una experiencia semejante la primitiva Iglesia llego a una hermosa conclusión: “Dios no hace distinción de personas…” (Hechos de los Apóstoles)
Tenemos que apostar por permanecer en este amor gratuito, que nos constituye y nos sostiene.
Para permanecer en el amor:
Experimenta lo mal que te hace sentir toda situación de discriminación, sin rechazarte a ti misma. Cuando permaneces abierta a estos sentimientos sabes que hay personas que no te aceptan por ser migrante, pero, al mismo tiempo, evocas el poder creativo del amor que el mismo Dios colocó en lo más profundo de ti y te afirma como digna de ser amada/o.
Dios que te amo primero, fue un extranjero que tomo la iniciativa y traspaso una frontera para convivir con personas diferentes…solo el amor autentico puede derrumbar cualquier frontera. Tú eres una persona enviada por ese Dios que pasa fronteras, cargas contigo un mensaje de transformación; repite constantemente este “mantra”:
“Yo soy una persona bien amada, he sido enviada a una misión”.

jueves, 15 de marzo de 2007

The Desert as Teacher

The survivors, after their passage through the desert, carried in their memories a new vision which they nurtured throughout their lives: to become free is a slow process, with no turning back, where God reveals Godself as passionate lover. When Hosea sees, many years afterwards, how the monarchy began to create a crisis by dividing communities and families— and how that divisiveness affected even the love between spouses… then the prophet rediscovers the spirituality of the desert precisely when he lives the crisis of marriage in his own flesh, through his wife’s infidelity, within the decadent atmosphere of the monarchy which drags down the entire Jewish people.
Only the persevering love, faithful and tenacious, of Hosea can reclaim his wife’s loving heart. Such fidelity transforms love into an authentic renovating force:… a love which was the same faithful response of God, passionately concerned for his people!
How to live the love between spouses and within families, in fidelity? How to believe in a God who passionately seeks his people? How to love one’s own identity and culture when the force of the situations to which one lives in bondage compels one to submit everything, even those things one holds close as one’s personal “belongings,” such as one’s family, such as the person one loves, such as the faith one has received, such as one’s cultural identity— when these become things transitory, without firm basis?
The whole of migrant experience is a true desert. (I am not speaking in metaphors.) There is suffering, there is loss of faith, there are infidelities and families torn apart— the nearness of death is evident. This experience deprives those who live it of nearly everything. They have to nurture a human and spiritual capacity for provisionality. They put their feelings to the test, they shake the very roots of their own faith. It isn’t true that those who reach their goal have more faith. Or that those who, once having swallowed a bitter draught, emerge purified. There is a shattering that defies the personality. You can no longer continue as you were. You have in your hands something that does not fit in the way you have experienced it up till now. That’s why you are tempted to put patches on your life or to place the new possibilities in old contexts, living them according to distorted visions and previous errors. But here also is where there is opportune territory for the experience of faith…another stage is begun, a new opportunity, something new can begin. The discovery of a faithful love (of God, of the family, of the spouse, of the community, of cultural inheritance) can provide a steady basis for the whole person… from here can arise a new man and a new woman.

“…I will bring you to the desert and I will speak to your heart…I will espouse you in justice and right, we will live in a fulfilled love.” (Hosea)

jueves, 8 de marzo de 2007

mi padre era un...migrante

The boys and girls of the migrant community know all about the uncertainty and the menace of being persecuted and of seeing their parents deported. We adults see a bigger picture, no less menacing: the hardening and criminalization of immigration politics. In this poisonous atmosphere, the families of our migrant community turn increasingly to prayer and to their faith in God who called them to cross this desert as strangers, as witnesses to hope. The children of our community begin to pray just as the people of Israel did long ago: “My father was a wanderer, a migrant” (Deuteronomy 26:6).
In the hiddenness of their lives we are sure that a vocation throbs, a call by the God who comes to transform his people, by the God who brings men and women out of servitude to service.
In Livingston County an image of Our Lady of Guadalupe accompanies every family. They carry it home with them after our monthly Mass together— those same families who are passing through painful trials. Yet here is a challenge: While there is a significant migrant population in this region of the Diocese of Rochester, the number who gather with us to celebrate their faith is still small.
Every pastoral service we offer tries to promote people’s sense of responsibility and participation. Our Catholic Migrant Ministry considers this one of its most ambitious objectives. But because of the conditions in which the migrant community finds itself, this effort has been complex, defying simple solution.
Yet there have been signs of hope, gleams of light…
After a slow, patient process of faith formation, Lucila Romero (pastoral leader of the migrant community of Sodus) watches excitedly as Bishop Matthew presides over the calling-forth and sending of the Migrant Council of the Pastorate of Wayne County. This group’s effort, inspired by Sister Luci, brings its first fruits of service to the community by organizing and coordinating all its Advent and Lenten celebrations. On that Sunday, June 16, 2006, thirteen members of our community were amazed to discover that this work, this mission, had been placed in their hands and that the Bishop himself had put it there.
From then on, these couples are the ones who encourage and shape the community of Wayne County.
Other lights…
Meanwhile, on various Sundays through the year we team up with Deacons Jerry Skerrett and George Dardess, visiting various parishes in the Diocese to preside at Eucharist and to sketch the reality of migrant ministry. So now let me pause to express our gratitude to all the English-speaking communities that have hosted us. Their welcome and solidarity with migrant ministry sustains us and encourages us to continue. And of course I have to add that we have relied on their generous economic support.
Unexpected changes alter our paths. Migrants are accustomed to dealing with events outside their control. The only thing to do is to adapt as best you can and to keep moving ahead. And so with Catholic Migrant Ministry as well: We had to transform its face in Brockport. Right now the community there is welcoming a priest from the Dominican Republic, Fr. Alejandro Berroa Bello. Fr. Alejandro has joined our team in order to serve our community pastorally.
But also in Brockport has emerged a team from the migrant community dedicated to encouraging good liturgy and to planning events for the future. It still has a ways to go, but the team’s enthusiasm and desire to serve are already signs of how the fruits of ministry have been maturing all these years.
At the present time it is Sr. Sue Hoffman who is coordinating our ministry in Brockport, though her commitment is part-time. She and Fr. Alejandro nurture in their turn the vitality of the team of volunteers which has warmly welcomed them and is collaborating with both.
Lent finds us still in the middle of winter, but despite the cold and the snow I still find migrant friends, both men and women, laboring in the fields, pruning trees, and packing the produce of the previous season. They all carry in their memories the meaning of these intense and profound weeks of the liturgical year. “We can’t stop working, but we’ll bear the ashes to begin Lent faithfully.”
I have seen Xochitl and her team in Geneva preparing themselves to gather each week throughout Lent. “Missionary disciples,” is their slogan as well as their path. There is no better time to help bring to maturity the desire in the members of our community to be Christ’s disciples. If there is one thing sure in our community it is this: To the degree to which believers allow their identities as disciples to grow, to that same degree their commitment to mission becomes an imperative.
We make ourselves ready to celebrate both our Lord’s resurrection and our own, despite the fact that the current administration in Washington is not interested in improving the situation of migrant workers.
This Lenten season could be a good time for those who are politically active to influence positively a decision in favor of immigration reform. To find out more about the issue and to discover effective channels of action, visit the webpage of the North American bishops: www.justiceforimmigrants.org

Semillas...en tierra migrante.

I come from the northwestern desert of Mexico. In my part of the world it’s hard to find green fields. The rains are scanty. That’s why the green fields of western New York State amaze me, especially when the spring flowers burst into bloom everywhere. I look at the life of our migrant community and our migrant pastoral ministry as a contrast between desert and fertile land. Sterility and fertility persisting at the same time, hope and despair. It seems to me that our whole pastoral effort develops within this dynamic contrast. We believe that the Spirit acts tirelessly and effectively to strengthen our commitment while at the same time thousands of limitations and obstacles emerge that hinder the growth of the Kingdom of God among us. Our team of pastoral “apostles” take risks every day and every day put their faith in the fertility of the seed that flowers even in the driest, most barren ground and there bears fruit. Those who have ears, let them hear! Last March, without our being sure till the last moment that it would actually happen, Jaime Cortez gave a miniconcert for the migrant community of Sodus, New York. Luci, pastoral minister to the migrant community of Sodus, had been gathering together a large group of adolescents and young adults in order to teach them to play the guitar and sing. And now here’s Jaime Cortez, this outstanding musician and composer from Arizona, leading an intensive, inspiring workshop for that same group of thirty boys and girls! Since then, Luci, assisted by Dick Bolt, a teacher of music, has been molding the talents, encouraging the desires, and soothing the musical anxieties of those who will one day become the musical core of the liturgies and other celebrations of this community. On the other side of the diocese, in Brockport, I’ve sat in admiration of the rehearsals for the theatrical presentation of Jesus’ Passion. The Brockport migrant community’s pastoral minister, Sandra, encourages the participation of families, couples, youth, and children— people who, though they might not be actors, still desire to play roles in this work. On April 14th, on the evening of Good Friday, the live drama of the Passion moves the emotions of the attending community. That happens because the actors and actresses, though lacking previous experience, bring to life with deep feeling each one of the characters. The performance is a success. There is even a DVD available of this migrant version of the Lord’s Passion. I don’t have to tell you that migrant workers of both sexes experience a real drama and a real passion in their daily lives. Over in Geneva, at St Francis de Sales Church, I enjoy finding an enthusiastic group of young girls whom we’ve known since the time they were preparing for their First Communion. Now those same girls are members of the team that helps with the faith formation of the children of the St Francis community, both Anglo and migrant. Xochitl ( whose name is usually shortened and pronounced “Soshi”) is in charge of guiding migrant ministry in Ontario and Yates Counties. It’s still the Lenten season, and now we’re gathering in a field in a migrant camp in Avon. Debbie has organized this celebration and has invited the migrant community of Livingston County. We divide into three groups to reflect on the Word of God and to listen to our stories. Later we share our experiences as we present our offerings for the Eucharist. When we finish, Debbie invites the participants to share some food. Meanwhile several young men and women tell me they want me to hear their confessions and to talk with me. It’s 10 PM and I’m still listening to the sufferings, struggles, and concerns of the brave young workers… I feel the force of their faith. Later, during April, the debate over laws affecting migrants intensifies. Every migrant community, as well as every migrant family, nervously follows the course of this debate. When the debate reaches the House of Representatives, we gather together to go out to the streets to demonstrate. We share the position of the Catholic Bishops, in demanding a comprehensive reform of the current immigration laws. Uniting our voices we proclaim, “No human being is ‘illegal.’” Even in this tense atmosphere, with its exaggerated political positions and proposed solutions that are partial and ignore people’s inherent dignity, we continue to believe that the Kingdom of God is becoming a reality, little by little, right here where the most fragile of people welcome the fertile seed of a society more just, more worthy. I invite you to become a part of this mission of welcome as well.

a journy with The Spirit

La vida es mas rica y mas compleja de lo que parece...así es también la experiencia de quien cree, requiere mantener una unidad vital, como la rama al tronco, con aquella realidad que le da sentido a su vida.
Quienes vivimos la fe cristiana no tenemos la exclusiva en la experiencia del espíritu. Muchos y diversos caminos, en el horizonte de las religiones, son propuestas muy autenticas para vivir lo que los cristianos llamamos “espiritualidad”. Con esta palabra queremos expresar aquellos elementos vitales que nos permiten crecer y vivir la madurez humano-cristiana. Estos elementos en buena parte dependen de nosotros, pero tienen más que ver con otra realidad que nos sobrepasa. Los hombres y mujeres del evangelio estuvieron seguros que la energía que les impulsaba brotaba de la propuesta y la persona de Jesús. Asumir como propio el camino de Jesús, es lo que identifica a quien se confiesa cristiano/a.
Andar en el Espíritu es una experiencia que se despliega desde el interior de la persona, no puede ser algo que llega desde afuera. Es cierto que llegamos a la fe a través de testigos cercanos.
Todos recordamos amigos, papa, mama, abuelos, maestros etc. que nos han conducido con su propio ejemplo a aquel que es el camino, la verdad y la vida. Sin embargo, hasta que la persona realiza su propia opción de fe, entonces vive desde lo profundo de su savia vital. De esta experiencia personal y solo de esta podrá elaborarse la aventura del discípulo.
Y es que cada situación histórica exige una expresión particular y concreta de “espiritualidad”, una manera adecuada de vincularse al camino de Jesús. Creo que la experiencia migrante tiene sus propios rasgos.
a) Espiritualidad subterránea (de clandestinidad): La identidad y los valores culturales sobreviven en las raíces. La persona migrante se ve obligada a aprender los criterios y las formas de la cultura dominante donde busca vivir. Incluso sus hijos/as crecen inmersos en la otra cultura, los llega a sentir extraños. Por años, esta tensión (aprender el idioma, responder a la demanda del trabajo y las relaciones) le hace desplazar su identidad cultural y personal a otro nivel. No se ha perdido, esta bajo tierra. Cualquier signo, cualquier encuentro, cualquier canción despierta la identidad, hace memoria vital de una experiencia de fe. Lo importante es no dar por muertas las raíces.
b) Espiritualidad de lo provisional: Se cultiva una actitud de estar abierto/a a lo que venga. Si eres detenido por migración, porque no tienes “papeles”, sabes que puedes ser deportado/a y debes dejar todo. Así, aprendes a vivir este momento lo mas profundamente que puedes. Si tienes trabajo aprovechas todo el tiempo, lo demás se vuelve irrelevante, no estas seguro de seguir trabajando mañana. Tu misma fragilidad (sin cuentas de banco, sin seguros, sin tarjetas de crédito, sin papeles) te hace mas libre. Los misticos y misticas cristianas conocian esta actitud como disponibilidad a la intervencion de Dios.
c) Espiritualidad de transgresión: Toda la legalidad formal, la que tiene que ver con el País que te recibe, como la normatividad moral, se relativiza. La vida se vuelve criterio absoluto. La gente migrante parece, desde todos los marcos legales, ingenua, osada, ignorante, desarraigada y sin valores...pero, en el arrojo de sus vidas es posible reconocer la honestidad radical de su conducta y es posible adivinar también que hay una corriente que les impulsa, no seria posible el futuro sin ir mas allá de lo que hoy se impone como única legalidad. “Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total” (1 Juan 3,18-24)

Seeking a Good Shepherd

Los sistemas corporativos y las políticas de países poderosos, desechan personas y culturas que no encajan con sus proyectos. A la vuelta de la historia los desechados llegan a ser factor fundamental en las nuevas conformaciones sociales. “La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular”.
En las marchas multitudinarias de inmigrantes, por todo USA, una manta afirmaba: “Nosotros somos parte de la solución”. Pero este no era el enfoque de los legisladores norteamericanos.
Para la mayoría de los líderes que tienen que ver con el ejercicio del poder en un País o en una comunidad de fe, sus decisiones muy pocas veces responden a la realidad de grupos “minoritarios” (que en realidad no son minoritarios) y excluidos...simplemente no les conocen, ni les interesa conocerles.
Solo la voluntad de tomar el lugar de los otros y empatizar con su realidad hace posible un “conocimiento”. Fue el único estilo que los primeros lideres cristianos aprendieron y quedo reflejada en la figura del pastor, tan apreciada por las comunidades que vivieron la represión y el martirio.
Saber que alguien te “conoce” personalmente y se juega la vida por ti, te hace sentir seguro/a, te motiva a actuar con espíritu de libertad y madurez. Esa relación de “conocimiento” tiene un sentido mucho más rico que lo que la unidemensionalidad científica atribuyo al conocer. Es una relación de totalidad, no solo se saben cosas sobre la otra persona; el encuentro y la relación personal es sapiencial y de ahí nace siempre una experiencia de comunión. La propia vida queda involucrada. Conocer en el sentido de que habla el evangelio hoy es estar dispuesto a “cargar con todo lo que la otra persona es, hacerse cargo y encargarse de su vida” (Ignacio Ellacuria). No es pretender saber lo que necesita el otro sino reconocerle incondicionalmente y solidarizarse con las posibilidades que posee para ser todo lo que es y/o puede llegar a ser.
Cada comunidad cristiana esperaría un pastor así. En muchas de las confesiones protestantes y pentecostales los fieles explícitamente llaman a sus lideres “pastores”, muchas veces se da una relación de calidez entre el “pastor” y los miembros de su congregación.
En las comunidades cristianas, de tradición católica, este titulo tiene más que ver con la atención “espiritual” de la comunidad. En lo práctico, resulta difícil incluir en esta atención “espiritual” las dimensiones que más preocupan a la gente.El ser del pastor más que personificarse en alguien, toma cuerpo en una dinámica y una acción que, en varias experiencias eclesiales se le conoce como “pastoral de conjunto”. La figura del pastor bueno, solo excepciones, tiene que ver con hombres y mujeres de fe que comprometen toda su vida en la defensa de la dignidad integral de su pueblo, solo excepciones como el Obispo Salvadoreño Oscar Arnulfo Romero o Madre Teresa de Calcuta.
Solo quien no es “mercenario” puede estar disponible para los más vulnerables.
Inspirados en la pastoral de conjunto, durante las redadas de la “migra”, los miembros de la comunidad migrante se informaban unos a otros por teléfono, cuando veían circular por los lugares donde viven a los agentes de inmigración. Resulto una red “pastoral” bastante eficaz para evadir el peligro de ser detenido/a.
El creyente vive confiando que Jesús apostó por el/ella creyendo en lo que todavía no se ha manifestado...pero que es ya una dimensión real y viva en su ser.

Do this in memory of me

Compartir juntos una comida se volvió la consigna de aquellos discípulos.
La gente que llega a los Estados Unidos, para trabajar en el campo, saborea el comer juntos casi como un ritual. Por lo menos a quienes yo conozco y se que crecieron trabajando en el campo mexicano, las comidas se hacían en familia y se comparte mucho mas que los solos alimentos.
Jesús lleno de significado las comidas compartidas con su grupo. Sus sueños y su utopía del Reino se aclaraban, en torno a aquellas comidas fraternales e igualitarias. Tanto es así, que para nosotros, el hecho de compartir juntos un poco de pan y un poco de vino, se volvió un evento central de nuestra fe y lo celebramos cada domingo.
Por eso el trozo del Evangelio de Lucas hoy presenta a Jesús resucitado pidiendo algo de comer. Al volver a comer juntos, aquel puñado de discípulos, aclaran la identidad del derrotado-resucitado y retoman la comprensión de lo escrito en el AT.
Una comida compartida redimensiona la vocación y la misión.
Es curioso el papel que la cultura norteamericana da al comer. Pocas veces el comer es un fin en si mismo: Se come con otros, cuando se trabaja juntos. Pero la comida es bastante pragmática. Lo más común es comer juntos, en plan de negocios o para arreglar algún asunto y la comida sigue siendo poco interesante. Es comida rápida (fast food), solo ocasión para otros intereses, normalmente de negocio.
A pesar de todo he disfrutado el sentido de la “comensalidad” en el oeste de Nueva York. Cuando una familia caribeña me invita o cuando estoy en casa de una familia o de un grupo de personas migrantes. Entonces comer no tiene otro objetivo, solo encontrarse y disfrutar el encuentro. Que conste que esto no es solo en las casas: Particularmente en la temporada de la cosecha, cuando el ritmo de trabajo es extenuante he vivido esa experiencia de “reconocimiento”, de paz y de alegría, como el de aquel grupo que reconoce en su medio al resucitado.
Sentados bajo un árbol, compartiendo juntos unos tacos calentados al momento. No hay otros objetivos. No hay expectativas de negocio. Ni se trata de esas comidas, señaladas con reloj en medio de una reunión...solo el encuentro.
Una comida así te reconecta con lo más humano de ti mismo y de los demás comensales:
“Soy yo en persona...no soy un fantasma”, “tu eres una persona...no una sombra”.
Nuestras eucaristías, tan ritualizadas ya, aspiran a conectar con ese sentido de comenzalidad que ha saboreado la gente de nuestras comunidades migrantes. Donde Jesús, aquel que fue rechazado y cuyo estilo de vida se transformo en modelo, es el comensal que nos convoca y nos anima a todos los demás.
Las eucaristías que más se acercan a esta experiencia son las que hemos vivido en algunos de los campamentos migrantes. Cuando los participantes van dejando los morrales, al regreso de la jornada de la pizca de manzana. La Celebración nos une, comentamos las historias de idas y venidas, de caídas y levantadas. Permitimos que el Señor nos hable, leyendo su palabra...y casi siempre ha habido un equipo que muy temprano, antes de salir al trabajo, preparo algo de comer para compartir después de la Eucaristía.

“Entonces el Espíritu del crucificado-resucitado nos abre el entendimiento para comprender la “palabra” que se hace acontecimiento en nuestras vidas y nos envía a ser testigos.”

La comunidad rescata

Posted by PicasaTres niños migrantes, atravesaban la frontera por el desierto, sus padres desvelados aguardaban ya en un pequeño poblado de los Estados Unidos. Cuando los oficiales de migracion encontraron al grupo, el coyote abandono el grupo a su suerte. Una de las personas que pasaba la misma aventura logro esconder a los niños consigo, seguramente porque presintió lo que sentirían los padres. Cuidó a los niños y los hizo llegar a su destino. El reencuentro de esa pequeña comunidad familiar, después de días y horas de desesperación e incertidumbre, fue un encuentro de comunión y vida.
En muchas situaciones la persona no tiene todo lo necesario para sobrevivir. Cuando hay por lo menos rastros de comunidad...y el individuo se abraza a ellos, no todo esta perdido.
El proyecto cristiano solo puede vivirse como una aventura comunitaria. La entera experiencia cristiana pudo crecer gracias a la “koinonia” que se volvió estilo de vida de los primeros cristianos. El libro de los Hechos de los Apóstoles atestigua esta relevancia de la comunidad-comunión. Es mas, la experiencia de la resurrección toma forma en el tejido de múltiples pequeñas acciones que tienen que ver con la construcción cotidiana de redes comunitarias.
La subjetividad moderna nos enseño que los ritmos y los caminos personales no puede evadirlos nadie, a costa de perder el rumbo. Sin embargo, el espíritu de un grupo aporta un carácter específico y determinante para la persona.
Quien llega por primera vez al “norte”, depende mucho de las redes familiares y de amigos.
Los norteamericanos, que aprecian tanto la independencia personal (a veces son simplemente individualistas) se asombran de cómo los trabajadores migrantes viven en campamentos, o como se mueven en grupos. La mayoría de las veces los locales son poco apropiados pero, la gente que ahí habita lleva una vida de comunidad. Soy testigo de auténticos valores de solidaridad y espontánea “koinonia” entre estos grupos de trabajadores migrantes.
Me parece que ese espacio-fuerza de la comunidad-comunión es lo que sobresale en el relato
que elaboro el Evangelio sobre la duda de Tomas: Una búsqueda personal, una serie de inquietudes, muchas preguntas, envuelto todo en el anhelo sincero y exigente de poseer elementos evidentes para poder creer.
Todo discípulo reubica y recupera el camino personal en la calidez de aquella “koinonia” fraternal. No se terminan las preguntas, no se cierra la búsqueda personal, ni se resuelve lo incierto de la fe, pero la persona experimenta la acogida incondicional: Cuando la comunidad replica los rasgos originales del Maestro-servidor, que abraza y perdona, que no oculta sus llagas y reitera la invitación a la misión. Ahí se reaviva el sentido de la fe.

Hay una conciencia comunitaria en las raíces culturales de nuestra población migrante. Y hay un embrujo neoliberal que le cautiva, cuando entra en contacto con el “american way of life”: La persona, por si sola, aparece como capaz de bastarse a si misma. Trátese del trabajo, trátese de hacer dinero, trátese de las relaciones interpersonales, la autosuficiencia individual se impone.
Existen personas que encarnan ya una síntesis, donde se retiene el rico sentido de la comunidad y se despliegan, la identidad y las potencialidades más valiosas de la persona. Esta síntesis va siendo posible en comunidades y experiencias que permiten a las personas lamer y sanar sus propias heridas. Cual es la “experiencia generadora” de estas comunidades koinonicas?

un evento

El flujo de personas sin documentos que atraviesa las bien custodiadas fronteras, obedece a muchas razones sociológicas. Y es objeto, también, de profundas diferencias entre países y grupos políticos. Con todo lo complejo del asunto, he palpado las “razones” vitales que llenan la mirada y la osadía de cada hombre y mujer migrante: Es como un impulso que nace no de la iniciativa individual, sino de una corriente de energía humana luchando por hacer prevalecer la vida. Cuando esa iniciativa encuentra lugar en las expectativas de alguien, ya no hay quien la detenga.
Cuando convergen los caminos de individuos concretos con los de toda una población que arriesga todo, puedes suponer entonces que hay una energía adicional que va llevando sus vidas.

La resurrección acontece ahí donde tiene sentido creer en ella.
Pequeñas comunidades que aprendieron a caminar detrás de Jesús y en cuyas vidas broto la pasión por el Reino de Dios: Cada DIA actualizaban los valores de fraternidad, misericordia, opción preferencial por los pobres, la vocación de servicio, todo lo que habían visto y oído de Jesús; a la vez que leían la escritura y captaban su novedad, a la luz de aquel “siervo sufriente”. La fe en la resurrección debió tomar tiempo, si suponemos que la elaboración de los evangelios fue unos cien años después de la muerte de Jesús.

El grano de trigo que pasa por la muerte para dar vida nueva es la mejor metáfora de cuando está a punto de acontecer esta presencia resucitadora. La fe y el proyecto de Jesús no le dan al discípulo seguridad, ni le ofrecen la solución a todos los desafíos de la propia existencia, ni de su entorno. Cada etapa del camino es una serie de nuevos cuestionamientos, en cada etapa hay “muerte” (Tumbas vacías), hay necesidad de negar y superar cosas que uno dio por validas en otros momentos y otras circunstancias. Al llegar a estos umbrales se abren otras posibilidades, se despierta la creatividad, la imaginación y así se da lugar a lo nuevo. Dimensiones alternativas iran tomando cuerpo, como todo lo vivo. En lo profundo constatamos, con el tiempo, que aquello que no tenia sentido auguraba una transformación.

Hay un dinamismo capaz de abrazarlo todo. No bastan las solas convicciones personales, se requiere de un “impulso” que rebasa lo que eres y puedes. La resurrección de Jesús se acoge, según la visión de Teilhard como un proceso íntimo y global. No tiene que ver con un momento, ni con un evento, es ya la vida en plenitud penetrando nuestras vidas concretas. Quien es abrazado/a por este dinamismo se deja llevar por la osadía de vivir confiando, en medio de lo incierto. Vive sin más fortaleza que la fidelidad en sus propias debilidades. Se proyecta en la apertura a la comunión, sin perder el rumbo de la más autentica búsqueda personal. Es una fuerza que hace crecer, que teje relaciones, que transgrede fronteras. Es un impulso de futuro y de vida que se sobrepone a la evidencia de la caducidad.

La fe en la resurrección, de aquel condenado a la cruz, fecunda paso a paso comunidades marginales que fortalecen su autoestima, su capacidad de solidaridad y justicia. De esta forma enfrentan vigorosamente las fuerzas deshumanizadoras del sistema dominante.
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lunes, 5 de marzo de 2007

Madona de Guadalupe Tonantzin

The Mexican people who cross our border pack among their scanty belongings a picture of the Virgin of Guadalupe.

The face of the Virgin and the story of her meeting with Juan Diego (the young Aztec man recently declared a saint by Pope John Paul II) symbolize the powerful and dramatic birth of a community.

Caught between two cultural worlds and arriving at a border marked by violence the indigenous people of Mexico discover the face of the “God through whom we live.”

With her dark skin and facial features combining both races, the white and the brown, Guadalupe liberates the capacity and the courage in the hearts of indigenous people to travel the path of rebuilding a community butchered and raped of its human dignity.

Every migrant has to learn that only the strength of poor people can change the direction of world history. Yes, whoever has power can lord it over many things. Yet the truly profound human transformations happen when “flower and song,” as the indigenous say, are united— when a people who aren’t even aware of their own rights and dignity dare to lift themselves up, to believe, and to set out on the road. Those people have indeed become, each one, a Juan Diego. They feel new strength, they have a “mother” who encourages them and has faith in their capacities. “Am I not right here and now your own mother?”

The transformation of what was impossible is under way.