jueves, 8 de marzo de 2007

un evento

El flujo de personas sin documentos que atraviesa las bien custodiadas fronteras, obedece a muchas razones sociológicas. Y es objeto, también, de profundas diferencias entre países y grupos políticos. Con todo lo complejo del asunto, he palpado las “razones” vitales que llenan la mirada y la osadía de cada hombre y mujer migrante: Es como un impulso que nace no de la iniciativa individual, sino de una corriente de energía humana luchando por hacer prevalecer la vida. Cuando esa iniciativa encuentra lugar en las expectativas de alguien, ya no hay quien la detenga.
Cuando convergen los caminos de individuos concretos con los de toda una población que arriesga todo, puedes suponer entonces que hay una energía adicional que va llevando sus vidas.

La resurrección acontece ahí donde tiene sentido creer en ella.
Pequeñas comunidades que aprendieron a caminar detrás de Jesús y en cuyas vidas broto la pasión por el Reino de Dios: Cada DIA actualizaban los valores de fraternidad, misericordia, opción preferencial por los pobres, la vocación de servicio, todo lo que habían visto y oído de Jesús; a la vez que leían la escritura y captaban su novedad, a la luz de aquel “siervo sufriente”. La fe en la resurrección debió tomar tiempo, si suponemos que la elaboración de los evangelios fue unos cien años después de la muerte de Jesús.

El grano de trigo que pasa por la muerte para dar vida nueva es la mejor metáfora de cuando está a punto de acontecer esta presencia resucitadora. La fe y el proyecto de Jesús no le dan al discípulo seguridad, ni le ofrecen la solución a todos los desafíos de la propia existencia, ni de su entorno. Cada etapa del camino es una serie de nuevos cuestionamientos, en cada etapa hay “muerte” (Tumbas vacías), hay necesidad de negar y superar cosas que uno dio por validas en otros momentos y otras circunstancias. Al llegar a estos umbrales se abren otras posibilidades, se despierta la creatividad, la imaginación y así se da lugar a lo nuevo. Dimensiones alternativas iran tomando cuerpo, como todo lo vivo. En lo profundo constatamos, con el tiempo, que aquello que no tenia sentido auguraba una transformación.

Hay un dinamismo capaz de abrazarlo todo. No bastan las solas convicciones personales, se requiere de un “impulso” que rebasa lo que eres y puedes. La resurrección de Jesús se acoge, según la visión de Teilhard como un proceso íntimo y global. No tiene que ver con un momento, ni con un evento, es ya la vida en plenitud penetrando nuestras vidas concretas. Quien es abrazado/a por este dinamismo se deja llevar por la osadía de vivir confiando, en medio de lo incierto. Vive sin más fortaleza que la fidelidad en sus propias debilidades. Se proyecta en la apertura a la comunión, sin perder el rumbo de la más autentica búsqueda personal. Es una fuerza que hace crecer, que teje relaciones, que transgrede fronteras. Es un impulso de futuro y de vida que se sobrepone a la evidencia de la caducidad.

La fe en la resurrección, de aquel condenado a la cruz, fecunda paso a paso comunidades marginales que fortalecen su autoestima, su capacidad de solidaridad y justicia. De esta forma enfrentan vigorosamente las fuerzas deshumanizadoras del sistema dominante.

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