jueves, 8 de marzo de 2007

Seeking a Good Shepherd

Los sistemas corporativos y las políticas de países poderosos, desechan personas y culturas que no encajan con sus proyectos. A la vuelta de la historia los desechados llegan a ser factor fundamental en las nuevas conformaciones sociales. “La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular”.
En las marchas multitudinarias de inmigrantes, por todo USA, una manta afirmaba: “Nosotros somos parte de la solución”. Pero este no era el enfoque de los legisladores norteamericanos.
Para la mayoría de los líderes que tienen que ver con el ejercicio del poder en un País o en una comunidad de fe, sus decisiones muy pocas veces responden a la realidad de grupos “minoritarios” (que en realidad no son minoritarios) y excluidos...simplemente no les conocen, ni les interesa conocerles.
Solo la voluntad de tomar el lugar de los otros y empatizar con su realidad hace posible un “conocimiento”. Fue el único estilo que los primeros lideres cristianos aprendieron y quedo reflejada en la figura del pastor, tan apreciada por las comunidades que vivieron la represión y el martirio.
Saber que alguien te “conoce” personalmente y se juega la vida por ti, te hace sentir seguro/a, te motiva a actuar con espíritu de libertad y madurez. Esa relación de “conocimiento” tiene un sentido mucho más rico que lo que la unidemensionalidad científica atribuyo al conocer. Es una relación de totalidad, no solo se saben cosas sobre la otra persona; el encuentro y la relación personal es sapiencial y de ahí nace siempre una experiencia de comunión. La propia vida queda involucrada. Conocer en el sentido de que habla el evangelio hoy es estar dispuesto a “cargar con todo lo que la otra persona es, hacerse cargo y encargarse de su vida” (Ignacio Ellacuria). No es pretender saber lo que necesita el otro sino reconocerle incondicionalmente y solidarizarse con las posibilidades que posee para ser todo lo que es y/o puede llegar a ser.
Cada comunidad cristiana esperaría un pastor así. En muchas de las confesiones protestantes y pentecostales los fieles explícitamente llaman a sus lideres “pastores”, muchas veces se da una relación de calidez entre el “pastor” y los miembros de su congregación.
En las comunidades cristianas, de tradición católica, este titulo tiene más que ver con la atención “espiritual” de la comunidad. En lo práctico, resulta difícil incluir en esta atención “espiritual” las dimensiones que más preocupan a la gente.El ser del pastor más que personificarse en alguien, toma cuerpo en una dinámica y una acción que, en varias experiencias eclesiales se le conoce como “pastoral de conjunto”. La figura del pastor bueno, solo excepciones, tiene que ver con hombres y mujeres de fe que comprometen toda su vida en la defensa de la dignidad integral de su pueblo, solo excepciones como el Obispo Salvadoreño Oscar Arnulfo Romero o Madre Teresa de Calcuta.
Solo quien no es “mercenario” puede estar disponible para los más vulnerables.
Inspirados en la pastoral de conjunto, durante las redadas de la “migra”, los miembros de la comunidad migrante se informaban unos a otros por teléfono, cuando veían circular por los lugares donde viven a los agentes de inmigración. Resulto una red “pastoral” bastante eficaz para evadir el peligro de ser detenido/a.
El creyente vive confiando que Jesús apostó por el/ella creyendo en lo que todavía no se ha manifestado...pero que es ya una dimensión real y viva en su ser.

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