sábado, 31 de marzo de 2007

corpus...meum

Posted by Picasa Los productos del campo, en los Estados Unidos, son baratos, porque son cosechados y procesados por manos “ilegales”. Vegetales y frutas no pueden ser cosechadas con maquinaria, requieren manos cuidadosas que las recojan. El cuidado de las granjas productoras de carne de pollo y los establos lecheros, demandan también mano de obra “ilegal”. Hay que decir, en fidelidad a lo real, que ningún trabajador norteamericano tiene interés por ocuparse en el campo.
La población norteamericana tiene acceso a estos alimentos a bajo costo. Los agro-negocios obtienen jugosas utilidades, no así los pequeños agricultores de los condados. El último eslabón es la mano de obra migrante: Una fuerza de trabajo barata, sin protecciones legales, sin experiencia organizativa y sin estructuras de apoyo. Es la clave para mantener precios bajos en el costo de los productos.
Nadie que va al supermercado a comprar estos alimentos, piensa en la energía corporal y el desgaste físico de las personas que levantan las cosechas. Sus historias no contadas ni escuchadas, recrean los elementos teológicos que las lecturas de la fiesta del corpus elaboraron para captar la dimensión salvífica de aquel cuerpo entregado y aquella sangre derramada.
El tiempo útil de una persona que trabaja en el campo, es bastante corto. Si asumimos que la población que trabaja en el campo es todavia muy joven, su vida útil no pasa más de los 20 años. Uno encuentra personas con problemas de salud prematuros, provocados por el ritmo y el tipo de trabajo. Quien se integra al trabajo agrícola con mas de 20 años de edad, esta convencido/a que trabajando duro podrá ahorrar una buena suma de dinero. Así encontramos migrantes haciendo jornadas de 10 y 15 horas diarias, sin el tiempo apropiado para su recuperación. Además de los diferentes compuestos químicos que se utilizan en el proceso del cultivo. Sin mencionar la alta carga de stress que sobrelleva una persona migrante, dado su estatus migratorio y el choque cultural. No queda tiempo para el desarrollo personal en otras áreas: Ni pensar en el estudio, tampoco en la participación comunitaria, tal vez algo de diversión y no siempre la más sana.
Se trata, simplemente, de un sistema que absorbe una mano de obra excluida en los países pobres, prisioneros de la globalización. Estos hombres y mujeres saben trabajar el campo, poseen una sensibilidad arquetípica en el contacto con la tierra y los animales, trabajan con buen animo…pero no tienen ni la menor idea de cómo su trabajo, dentro de un ciclo de injusticia y explotación, esta dando vida a millones de personas.
Su esfuerzo físico-corporal-emocional cotidiano, no es solo para que su familia tenga vida. Su cuerpo cotidianamente entregado hace posible la vida de un país de primer mundo, que prácticamente ha olvidado como se cosechan los productos del campo…pero no puede vivir sin ellos.
“Trabajamos de sol a sol, hacemos los trabajos mas pesados y riesgosos. Tenemos que trabajar los siete días de la semana…solo para sobrevivir. Somos los mas vulnerables…viviendo siempre con el miedo de ser detenidos por la policía o por migración”, dice Antonio.
En una situación social muy semejante, Jesús tomo un poco de pan y un poco de vino y los transformo en señal de su entrega. Al considerar los 12 millones de personas “ilegales” haciendo los trabajos que mas desgaste físico exigen en USA, recuerdo aquella oración que en silencio repetía Don Oscar Romero, después de la consagración del pan y del vino en la eucaristía: “Que este cuerpo entregado y esta sangre derramada sean estimulo para que también nosotros entreguemos nuestras vidas para que sea posible el reino de hermanos.”

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