lunes, 19 de marzo de 2007

Mision: Saberse amada/o

Ser amada/o incondicionalmente: Ahí se afirma lo más humano de toda persona.
La experiencia muestra lo quebradizo de este amor gratuito, con el que y por el que nacemos. Tanto es así que prevalecen en nuestro ser, en nuestra conciencia y nuestros cuerpos voces tenaces insistiendo que no somos personas dignas de ser amadas. La experiencia personal es ya difícil; pero cuando la persona escucha en volumen más alto estas voces, reflejadas por conductas sociales y en los medios de comunicación con carga de prejuicios, racismo y xenofobia, es más difícil... creer y, sobre todo, vivir sabiéndose amado/a.
Las comunidades jónicas vieron en Jesús una experiencia única: Aquel hombre de Nazaret vivía como un “bien amado”: Celebraba cada día un acontecimiento agapico. Era portador de ese “amor” que en la medida que afirma gratuitamente al otro/a, resulta a su vez plenificado/a. Tal vez por eso Jesús dice que ese “amor” es un dinamismo interpersonal: “Así como el Padre me ama, así los amo yo...ámense unos a otros”.
El/la discípulo/a se descubre escogido y amado antes de saberse capaz de amar... “No es que nosotros hayamos amado a Dios...es que El nos amo primero”. Parafraseando al maestro del Tao “cuando este amor es lo único que tengo, soy invencible”.
El movimiento migratorio mundial, visto desde el lado de la población que recibe, parece más una reacción de miedo. Quien llega no es solo un extraño, desde antes de llegar es visto como un enemigo. Hay una predisposición ética contra el otro.
Abrirse a la alteridad podría crear otros caminos que enriquecerían ambas partes del fenómeno migratorio. Solo quien vive la experiencia de ser “bienamado” puede romper todas las barreras.
Los miembros de la comunidad migrante inmediatamente reconocen, entre la población anglo, a aquellas personas sin prejuicios y acogedoras: Existen, en medio de la paranoia creada por la política xenofobica de la actual administración, personas anglo que viven la experiencia de ser “bien amadas/os”: Valoran a cada persona migrante en forma positiva y toman la iniciativa para salir a su encuentro, dispuestas a aprender de sus vidas…así afirman gratuitamente a quienes les son totalmente extraños, y se abre el ciclo enriquecedor del crecimiento en el encuentro y la colaboración mutua. Como fruto de una experiencia semejante la primitiva Iglesia llego a una hermosa conclusión: “Dios no hace distinción de personas…” (Hechos de los Apóstoles)
Tenemos que apostar por permanecer en este amor gratuito, que nos constituye y nos sostiene.
Para permanecer en el amor:
Experimenta lo mal que te hace sentir toda situación de discriminación, sin rechazarte a ti misma. Cuando permaneces abierta a estos sentimientos sabes que hay personas que no te aceptan por ser migrante, pero, al mismo tiempo, evocas el poder creativo del amor que el mismo Dios colocó en lo más profundo de ti y te afirma como digna de ser amada/o.
Dios que te amo primero, fue un extranjero que tomo la iniciativa y traspaso una frontera para convivir con personas diferentes…solo el amor autentico puede derrumbar cualquier frontera. Tú eres una persona enviada por ese Dios que pasa fronteras, cargas contigo un mensaje de transformación; repite constantemente este “mantra”:
“Yo soy una persona bien amada, he sido enviada a una misión”.

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